A fuego lento by Anna Casanovas

A fuego lento by Anna Casanovas

autor:Anna Casanovas [Casanovas, Anna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-07-15T04:00:00+00:00


14

Estaban abrazados, recostados en el sofá sin decir nada. Guillermo permanecía callado porque sabía que si abría la boca, le confesaría que se estaba enamorando de ella, y eso no era lo que Emma quería oír. Y ella estaba callada porque tenía miedo. Se suponía que tener una aventura era fácil, que era sólo una cuestión física y que luego serviría para reírse un rato con sus amigas, si las tuviera, claro. Pero lo que había sucedido entre los dos era mucho más que algo físico, quizá Emma no supiera mucho de sentimientos pero eso sí sabía distinguirlo, y se moriría antes que contarle a nadie lo que había pasado con Guillermo. Sólo de pensar en traicionar esa intimidad se le revolvía el estómago.

Fue él quien rompió el silencio:

—Creo que no podré volver a comer helado de fresa sin pensar en ti —dijo en voz baja mientras seguía acariciándole el pelo.

—Ni yo —respondió ella, aliviada al ver que Guillermo optaba por mantener una conversación desenfadada.

Siguieron así unos minutos más hasta que él volvió a hablar:

—Tengo que levantarme. —Separó despacio los brazos y la apartó de él con delicadeza. La depositó en el sofá y, aunque no hacía frío, la cubrió con un plaid—. ¿Te importa que me duche? —Señaló los restos pegajosos de helado que quedaban en su torso.

—No, qué va —respondió Emma un poco incómoda. Aún le costaba creer que se hubiera atrevido a hacer aquello.

—En seguida vuelvo.

Guillermo cerró la puerta del baño y abrió el grifo. Esperó a que el agua subiera un poco de temperatura y se metió debajo del chorro. Había sido el orgasmo más demoledor de toda su vida, y que ella pensara que era capaz de hacer eso con otras mujeres le demostraba lo inocente que era. Tras la primera caricia de Emma, cualquier recuerdo que pudiera tener de antiguas relaciones se evaporó por completo. No recordaba ninguna otra, y supuso que a partir de entonces sería siempre así. Las únicas manos que quería sobre su cuerpo eran las de Emma, los únicos labios, los únicos besos. Era incapaz de imaginarse con otra… y ella quería tener sólo una aventura.

Cerró el grifo y, ya limpio, salió de la ducha. Se secó con movimientos bruscos y se vistió (de camino al baño había recogido su ropa, que estaba desperdigada por la cocina). Iba a lavarse los dientes cuando se dio cuenta de que no tenía cepillo. Bueno, después de lo que habían compartido, supuso que a Emma no le importaría prestarle el suyo. ¿Dónde estaba? Abrió un neceser que vio allí y lo encontró. Después de utilizarlo, se disponía a devolverlo a su lugar cuando algo lo hizo sonreír. Junto al rímel y el colorete, había una vieja caja de condones recién abierta. No es que él supiera mucho del tema, pero sí sabía que esa prestigiosa marca de profilácticos había cambiado el diseño de sus cajas en el último año. Sabía que era una tontería, que eso no significaba nada, pero su mente decidió ignorar el sentido común y sonreír de todos modos.



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